Cualquiera que haya asistido a la visita interpretada de las Salinas de Rambla Salada en los últimos treinta años, habrá oído hablar de la importancia de la trashumancia en el origen de las salinas, y la influencia de la ganadería extensiva en los paisajes salinos y áridos que caracterizan al Paisaje Protegido. Además está circunstancia se tuvo muy en cuenta en la redacción del Plan de Ordenación de los Recursos Naturales, en 1994. De hecho, en esta normativa se considera la ganadería tradicional de ovino y caprino como un elemento a potenciar. Sin embargo, la administración ha hecho caso omiso a esta normativa aplicando numerosas sanciones o avisos bajo pretextos con nulo rigor científico o técnico, obligando con ello, a que los ganaderos recluyan los rebaños en áreas de reducida extensión propiciando e incrementando el sobrepastoreo y la erosión. Por otra parte, la desaparición del pastoreo ha venido favoreciendo la expansión de algunas especies, que aunque autóctonas generan serias tensiones ambientales en el ecosistema: el conejo y el jabalí, asì como el carrizo y el taray, y la desaparición de otras especies como la liebre, calandria y terrera marismeña, por poner unos ejemplos claros de especies prácticamente desaparecidas en el espacio natural.
El último ganadero que pastoreaba en el entorno del Embalse de Santomera, se ha retirado y aunque sigue manteniendo un pequeño rebaño de doce cabezas de ovino, ya no precisa recorrer una zona de pastoreo significativa. Otros pequeños ganaderos del entorno del espacio natural se encuentran en una situación similar.
Los que hemos conocido este paisaje en los últimos treinta años, sabemos y entendemos que la desaparición del pastoreo de ovino y caprino va en contra de los objetivos del espacio natural. Aún quedan rebaños y pastores en el entorno del espacio natural, pero se les ha obligado a vivir de espaldas a éste. Sin pastoreo, desaparecen los pastizales y numerosas especies ligadas e ellos.